Telmo, Gabriel y la jornada escolar de su colegio

Maia Usobiaga Lacunza
Israel González Mangado
Berta Ibáñez Beroiz
María Ruiz Bandrés

En un artículo de opinión titulado A los de la jornada partida del día 4 del mes pasado nos insultaban insinuando que queremos jornada partida para ir a jugar a pádel y tomarnos una caña después. Las razones de nuestra posición ya las hemos explicado y están disponibles, junto con las referencias de expertos en las que se basan, en partida-zatitua.com. Tratamos aquí de explicar nuestra posición de otra manera, a través de la historia de Telmo y Gabriel, a ver si así se entiende mejor, y al menos nos respetan.

Telmo y Gabriel son dos amigos de la misma clase de un colegio público de Iruñerria. El papá de Telmo gana mucho dinero y su mamá es funcionaria y tiene jornada reducida, mientras que los padres de Gabriel tienen que trabajar muchas horas al día para llegar a fin de mes, pues sus trabajos son no cualificados, de muchas horas y poco salario. Telmo y Gabriel tenían jornada partida. El ritmo de las clases era tranquilo, y aunque Telmo siempre fue mejor que Gabriel en casi todas las asignaturas, la diferencia no era grande, pues ambos eran capaces de seguir ese ritmo que intercalaba clases más exigentes con tiempos de descanso y clases más relajadas. Ambos comían en el colegio, suficientemente sano y, después de las clases, a las 16.30 se quedaban a jugar un rato en el patio con sus padres o madres, aunque dos días a la semana Telmo iba a inglés con un nativo y Gabriel esos días jugaba con otros niños. Ninguno de los dos veía pantallas apenas, pues llegaban a casa casi a la hora de cenar y casi no hacían tareas en casa, pues al quedarse hasta las 16.30 con los profes, les daba tiempo de hacer un montón de cosas a lo largo del día sin dejar para casa tareas pendientes. En definitiva, su día a día era suficientemente interesante y bastante similar para ambos: aprendizaje similar, nutrición similar, socialización similar, uso de pantallas bajo y similar, tiempo para deberes en casa poco y similar y sólo diferían en la frecuencia de extraescolares.

Telmo y Gabriel ahora tienen jornada continua. El ritmo de las clases es más rápido, porque ahora duran menos y los cambios entre clase y clase son rapidísimos. Telmo sigue yendo bien, pero esa forma condensada de dar la materia en jornada continua, que afecta más a los más lentos, está pasando factura a Gabriel, que ha empezado a descolgarse de algunas materias. Ahora ninguno de los dos come en el colegio, porque parece que para ser una familia dedicada hay que ir a las dos a por los niños cueste lo que cueste, y además, ni Telmo ni Gabriel quieren quedarse esperando hasta que alguien vaya a buscarles sin hacer nada de provecho salvo esperar entre tanto. Telmo sigue comiendo bien, porque en su casa tienen dinero para comprar y tiempo para cocinar, mientras que Gabriel rara vez tiene verdura o pescado porque a sus padres no les salen las cuentas. Ya no se ven después del colegio, porque como salen a la hora de comer, se van corriendo a casa. Por la tarde, Telmo sigue yendo a inglés y ahora, como sale antes de clase, tiene más tiempo y también se ha apuntado a música. Gabriel sigue sin ir a extraescolares porque no tienen dinero, y como ya nadie se queda en el patio a jugar porque la mayoría se han ido a casa a las dos, se queda tranquilamente viendo la tele. Los dos tienen más deberes que antes, porque al estar más concentradas las clases, no hay tiempo para repetir ejercicios en clase. Los padres de Telmo tienen formación para ayudarle y lo hacen, pero los de Gabriel no saben cómo hacerlo y confían que sea en la escuela donde Gabriel aprenda. En definitiva, su día a día es suficientemente interesante, especialmente el de Telmo, pero es muy diferente entre ellos: aprendizaje diferente (velocidad excesiva para Gabriel), nutrición diferente (insuficiente para Gabriel), socialización diferente (Gabriel en casa), uso de pantallas diferente (Gabriel sobreexpuesto) y formación extraescolar más diferente que antes (Telmo más tiempo para extraescolares que antes y que Gabriel no puede utilizar por ser tiempo privatizado).

Telmo y Gabriel representan bastante fielmente cómo afecta una jornada u otra según el nivel socioeconómico de la familia. Está realidad diferencial ha sido estudiada y sus consecuencias han sido identificadas: la jornada partida favorece la igualdad de oportunidades. Es por esta razón por la que en el Parlamento del País Vasco Bildu+PNV+ Podemos-Zurekin + PSE (todos menos Cs+PP) decidieron que los colegios de CAPV no votaban y que se quedaban con jornada partida.

Como puede verse, no es poder ir a pádel ni a las cervezas de después lo que nos preocupa. Nos preocupa la responsabilidad que tenemos de dejar para nuestros hijos una sociedad más igualitaria. El hecho de que haya variabilidad entre familias y entre colegios en tiempo de aprendizaje de calidad induce una desigualdad social que podría evitarse, y que se acrecienta todavía más al afectar sólo a la escuela pública y no a la concertada. La jornada partida no hace desaparecer las diferencias entre ricos y pobres, pero las atenúa. La escuela pública debe velar por la igualdad de oportunidades, y esto se extiende más allá del horario escolar, pues si lo extraescolar y privatizado gana terreno, la escuela pasará a ser secundaria y la formación dependerá de los recursos familiares. Dejen de insultarnos, al menos. Y recuerden que el bienestar de Telmo depende también del bienestar de Gabriel, que es su amigo, ya que una sociedad capaz de fortalecer la igualdad de oportunidades es una sociedad mejor, siempre.