¿Por qué mis hijos comen a deshoras?

Berta Ibáñez Beroiz

Mis hijos comen a deshoras (más tarde de las 14) por muchas razones, y a pesar de muchas otras. Comen a deshoras a pesar de que los expertos en krononutrición y sueño en la infancia, como el Dr. Gonzalo Pin y su equipo, tienen clara la conveniencia de comer antes, en torno a la una. Comen a deshoras a pesar de que la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria suscribe lo que dicen los expertos en krononutrición, que han ido más allá y han escrito un documento de posicionamiento recomendando que el horario escolar comience en torno a las 8:30-9:00, haga una parada para comer en torno a 13:00, y retome para terminar en torno a las 16:30. Y comen a deshoras a pesar de que el Consejo Escolar de Navarra es claro en sus conclusiones, que coinciden con los citados expertos en krononutrición (ver Monografía Jornada escolar: reflexiones y datos). Comer tarde no respeta los biorritmos, e incluso hay estudios que muestran que favorece la obesidad (ver por ejemplo estudios de Marta Garaulet) y los expertos recomiendan evitarlo.   

¿Por qué, a pesar de estas evidencias, mis hijos comen tarde? Comen a deshoras: 1) porque mi marido y yo decidimos darle un voto de confianza a la escuela pública y la única cercana tiene jornada continua; 2) porque Educación no se ha atrevido a parar este sinsentido por orden foral y esperar a realizar un estudio exhaustivo que evalúe las jornadas. 3) porque otras familias, que pueden comer con sus hijos, priorizaron comer con ellos a pesar de que la mayoría de las familias no pueden hacerlo, lo que indirectamente favorece la segregación; 4) porque muchas otras familias, a pesar de no poder comer con sus hijos, no han tenido acceso a los informes de expertos citados arriba porque nadie se los ha hecho llegar, y en su día votaron a favor de la continua, probablemente por desinformación (si no, no se entendería que haya familias que, no pudiendo comer con ellos a las 14 horas, voten a favor de la continua a pesar de las evidencias científicas).

Ahora, votando no a la continua, tenemos la opción de evitar que nuestros hijos coman a deshoras. Pensar en sus biorritmos, y por ende en su salud, es la mejor forma de decidir poniéndolos en el centro de la decisión. Si no lo conseguimos ejerciendo nuestro derecho a voto, mi marido y yo nos replantearemos el voto de confianza que le dimos a la escuela pública, y es probable que seamos unos más de los que abandonen la escuela pública, muy a nuestro pesar. Favoreciendo, de forma indirecta, una vez más, la segregación.

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